Comenzó con el ladrar enloquecido del perro en el patio y Elmer, conocido como «Lucky» Sutton, salió con Billy Roy Taylor por la puerta de la cocina de la granja, para ver qué era lo que molestaba al animal.
Esta gente de campo, de vida retirada, no estaba acostumbrada al trato diplomático y cortés y su costumbre era «disparar primero y preguntar después».
Las criaturas parecían temerosas de acercarse a las brillantes luces de la casa, pero las familias estaban muy preocupadas dada la ineficacia de sus armas y se atrincheraron en el interior. Durante unas tres horas observaron cómo las criaturas se movían alrededor de la casa, hasta que tomaron la decisión desesperada de huir. A las once de la noche, huyeron de la casa en dos coches y en un santiamén cubrieron las 16 km que los separaba de la comisaría de policía en Hopkinsville, llegando asustados y en estado de gran excitación.
Impresionaron a la policía hasta tal punto que el jefe, Russell Greenwell, su ayudante George Batts, el sargento Pritchett y otros tres oficiales, junto con un periodista local, volvieron con la familia a la granja, dispuestos a entablar la lucha. A 3 kmde Hopkinsville y en el camino de regreso a la granja de Kelly, vieron sobre sus cabezas dos rayos de luz y oyeron un ruido agudo y persistente.
No se halló rastro ni del ovni ni de las criaturas aunque sí se encontraron los cartuchos de algunas balas. El jefe de policía dijo: «Algo asustó a esta gente, algo que está más allá de su comprensión». La policía postergó la investigación hasta que se hiciera de día.
Pero a las 2.30 h. de la mañana, la pesadilla recomenzó. Glenie, que estaba en la cama, miró hacia la ventana y vio los enormes ojos brillantes de una de las criaturas que la observaba desde fuera. Llamó en voz baja a los restantes miembros de la familia y «Lucky» Sutton disparó hacia el intruso, que se perdió en la oscuridad. Eran sobre las 5 de la mañana del 22 de agosto, aproximadamente una hora antes de que saliera el sol, cuando vieron a las criaturas por última vez y la pesadilla terminó.
Las consecuencias de lo que sucedió esa noche fueron muy molestas para los testigos. Fueron acusados de histeria religiosa y acosados constantemente a raíz de la publicidad que se produjo alrededor del hecho. Pero durante todo ese tiempo, se atuvieron a la versión original y rehusaron protegerse de los excesos de los medios moderando sus declaraciones, pues aseguraban que el relato era absolutamente verídico.
No se ha dado ninguna explicación del encuentro que resista un examen razonable. Ese día había pasado por Hopkinsville un circo y se especuló que quizás algunos de los monos amaestrados que allí actuaban se hubieran perdido, pero la sugerencia es tan absurda que resulta casi risible. En primer lugar, no hubo ninguna denuncia de monos extraviados; en segundo lugar, los monos no se adaptan a la descripción física de las criaturas que brillaban en la oscuridad. Y finalmente, debería haberse encontrado algún mono herido o muerto después de una noche de intenso tiroteo, cosa que no sucedió.
Hay que admitir que no existen pruebas de que las criaturas tuvieran malas intenciones y se han hecho suposiciones de que esas criaturas, que se aproximaban a la casa con las manos en alto, quizá intentaban demostrar que estaban desarmadas y no eran peligrosas. Pero dada su apariencia, no parece que exista un modo de que criaturas así dejen de inspirar miedo.
Cualquiera que sea la verdad del encuentro Kelly-Hopkinsville, sigue siendo hoy, treinta y cinco años más tarde, uno de los más extraordinarios y terroríficos casos registrados de encuentros con testigos múltiples.